La historia del nacimiento de un gorila yogui y viajero
¿Una jirafa haciendo yoga? Su cuello es demasiado largo. ¿Un cocodrilo haciendo yoga? Sus dientes afilados podrían lastimarlo. ¿Un león haciendo yoga? Su melena sería difícil de manejar mientras practica. ¿Qué tal un animal que se parezca a uno de nosotros? Un gorila por ejemplo. ¡Eso suena bien!, el gorila es un animal fascinante.
Desde muy pequeño, pude observar a estos primates gigantes en el parque dedicado a la protección de animales que frecuentaba todos los años durante las visitas escolares.
Luego, un poco mayor, me convertí en su asiduo observador. Me quedaba horas analizando los gestos y reacciones de estos impresionantes monos, a la vez tan humanos.

Un gran gorila de lomo plateado durmiendo la siesta perturbado por un gorila joven que viene a hacerle cosquillas en las orejas, mientras infla el pecho y huye al mínimo gesto de molestia del mayor.
Una madre discutiendo con su bebé porque este se había extraviado un poco, se lo lleva de la mano y lo pone de nuevo en su lugar.
Otro adulto comiendo delicadamente una raíz como nuestra destreza nos lo permitiría con un bocadillo de jamón.
Y por supuesto, están las piruetas que realizan. Las poses boca abajo, el que se agarra los pies, el otro que estira el brazo, una auténtica sala de yoga simiesca inspiradora para nuestro proyecto. ¿Qué animal puede presumir de poder hacer la posición del perro boca abajo y de la cobra sin siquiera saberlo?
Así nació Yogorila, de una doble pasión por un ser peludo y una práctica de vida a la que se sumó una tercera: viajar. Pero, ¿cómo puede viajar un mono?
Pensamos que la mejor manera sería manteniendo la dimensión onírica tan apreciada por los niños, porque nuestro “Yo” está dirigido principalmente a ellos. Así comienza sus aventuras en Colombia y luego podrá dar la vuelta al mundo, simplemente mientras duerme en su cama cada noche, allá, en Ruanda.